La buena noticia es que Cecilia Olguín @oceci_cecio vuelve al ruedo poético con plaquetas y poemas en una presentación doble que parte de la Plaza Ministro Gonzalez hasta la Plaza Roca con mates y voces que se sumen, allá en sus pagos, por Neuquén (dejo la invitación para quienes puedan acercarse) y decidió acompañar esta vuelta con unas palabras que escribí para ella hace unos años, las dejo por acá para quien quiera leerlas (y claro, gracias por hacerme parte de este regreso querida poeta ♡)
Recuerdo de pequeña ir con mi mamá a la verdulería del barrio todas las semanas y lo primero que buscaba era un racimo de uvas, las comía, una a una, mientras llenaba el canasto con el resto de las frutas y verduras para llevar a nuestra casa. En la caja pesaban las bolsas y mi mamá pedía que sumaran al precio el racimo.
Una a una, las uvas se desprendían entre sus manos - uva, manos de madre, manos - parra.
Al nacer, venimos de la oscuridad hacia la luz y un cuchillo nos separa de la vida de nuestra madre - parra para ser una uva, una a una, partes de un racimo en la vida Madreselva.
Madreselva, manos - parra que nos enseñan a caminar, somos uvas llenas del aire - jugo dulce de quien nos trajo a este mundo, desbordadas de amor, y a veces, de dolor, ese que se siente al separar de la parra las uvas buenas, las oxidadas.
Madreselva, manos de madre.
Madreselva, manos - uva, una a una, forman un racimo que recibe la tibieza del sol de las mañanas, resiste el embate del viento en las tormentas y se cubre con la tierra del tiempo en el patio de la infancia.
Madre - uva, Madreselva.
Cecilia nos traslada a esa postal de cualquier espacio/tiempo en el que un rayo de luz atraviesa las sombras de una parra hasta alcanzar las uvas y hacerlas brillar.
Angie Ferrero
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